domingo, 12 de septiembre de 2010

Nuestro cielo de estrellas y luna


Últimamente sólo hablo de los momentos que me regala el pequeño, no tienen mucho mérito, ya que está en una fase en que cada día es fuente inagotable de anécdotas y recuerdos, pero hoy ha sido el mayor el que me ha regalado uno de esos instantes que se quedarán conmigo para siempre.
Mi marido, como hombre de su tiempo, que guarda celoso un niño dentro, tiene unas cuantas consolas de videojuegos, en su defensa diré que el tiene la afición y yo se la fomento al ser su proveedor oficial, así que cuando decidimos tener niños, también decidimos que las consolas seguirían a la vista, pero que tendríamos que intentar que ellos hicieran un uso responsable de ellas.
Hasta que el mayor tuvo tres años no le llamó la atención y hasta los cuatro sólo jugaba muy de vez en cuando con su padre, pero un día llegó a casa y me dijo "mamá me compras una psp??" y yo le pregunté que por que y su respuesta, aunque predecible, me dejó tiesa, "fulanito ha llevado una al cole".
Supongo que en los métodos educativos de la mamá de fulanito los videojuegos ocupan un lugar diferente al mio, así que le contesté que yo ya tenía una psp y que podía prestársela a veces, pero que eso no significaba ni que se la fuera a regalar, ni que podría llevarla al cole, ya os digo que me imagino que los valores educativos de dicha mamá y los mios son diferentes, pero me cuesta bastante entender que un niño de cuatro años lleve una consola al colegio, pero insisto en que seguramente responde a maneras diferentes de entender la infancia. A raíz de este incidente, mi hijo mayor se aficionó más a las consolas, así que llegamos a un acuerdo, si se portaba bien toda la semana, podría jugar una horita el sábado y una el domingo, así que se pasa toda la semana preguntando que día es, esperando a que llegue su horita de gloria.