He llegado a la conclusión, de que en mi árbol genealógico, tenemos alguna sirena de antepasado, al mayor le gusta mucho el agua, pero lo del pequeño es obsesión, el año pasado con 5 meses ya dio muestras de gustarle, pero este año hay que ir a la piscina con escolta. Mientras no ha caminado, no hemos tenido demasiados problemas, pero ahora que anda... menudo peligro, ve agua, aunque sea un vaso e intenta meter la cabeza. Como es muy kamikaze, rescatamos los manguitos del mayor y ayer nos fuimos a la piscina un poco más tranquilos, por lo menos si se caía a la piscina flotaría, a la playa ya ni lo intento, que hasta que no tengamos pleno dominio, es mejor no tentar a la suerte.
Allí que nos metimos, y en cuanto vio que podía flotar... yo creo que le asomaron las escamas, le sale instintivo y nada de forma natural, mueve los pies y las manos y al final llega donde quiere, y lo mejor es que cuando se cansa, se va a la escalera y se sale, el problema es cuando quiere volver al agua, ahí no hay quien lo retenga, un peligro, se tira sin preguntar, así que nada, siempre uno dentro del agua y el otro fuera, por si acaso. Hoy ha descubierto que puede meter la cabeza y después de tragar mucha agua, sin asustarse, lo sigue intentando, al final cerrará la boca y meterá la cabeza sin problemas.
Me asusto y me alegro a partes iguales, por un lado, me asombra su capacidad de aprendizaje, en dos semanas ha pasado a caminar, a intentar nadar, a comunicarse más claramente, deja de ser un bebé, y da paso a un niño que se abre camino a marchas forzadas, ya es consciente de lo que quiere y como lo quiere, pero todavía no reconoce los peligros, por eso me asusta, el mayor era más temeroso, este es más intrépido, es más de "aquí y ahora" y eso hace que tenga que estar más pendiente, no puedo despistarme ni un momento y a veces me da miedo no estar en todas partes a la vez, pero supongo que es parte del encanto de ser madre, mientras pasa el verano me dedicaré a contemplar con mil ojos sus progresos.