miércoles, 22 de febrero de 2012

"Endecompartir"

Babies Sharing : Dos bebés en baño de burbujas Como todos sabéis, este blog nació con el ánimo de "compartir" recuerdos con los míos, pero poco a poco, mi pequeña familia, se está convirtiendo en una familia un poco mayor, llena de personas que no conozco, pero que han decidido quedarse asomados a mi ventana. Así que me he animado a ampliar mis horizontes, y me he lanzado a la lectura de blogs similares al mio, donde madres como yo, plasman día a día, sus experiencias, sentimientos y conclusiones, sobre la maternidad. 
El primer blog al que me he acercado, tiene como última entrada, una reflexión muy acertada (desde mi punto de vista, como mami de dos "machos dominantes"), sobre el hecho de compartir, lo que me ha traído un nuevo recuerdo, y mi propia reflexión al respecto. 
Como ya os digo, yo tengo dos peques, que empiezan a delimitar las fronteras de sus pertenencias, a veces con una insistencia que desespera. 
Cuando el mayor, tenía más o menos tres años, al llegar a un parque donde otros niños jugaban con sus juguetes, el intentó que éstos se los prestaran al grito de guerra, de "ENDECOMPARTIR", claro en la escoleta, ante las riñas infantiles sobre la propiedad ajena, las educadoras, muy acertadamente, les inculcaban el gusto por los juegos de grupo, y la importancia de compartir. El peligro de dicha aseveración en niños tan pequeños, es que la utilizan egoístamente y a su antojo sin aplicárselas a sí mismos. Durante mucho tiempo, tuvimos que explicarle, que si bien era cierto que  había que compartir, el hecho de compartir era un acto recíproco, si el "exigía" a otro niño que compartiese sus juguetes, lo lógico era que él lo hiciese primero, sobre todo con aquellos que no eran sus amiguitos, porque esa era la manera de establecer una corriente de simpatía, que facilitaría el intercambio.
Con el paso de los años, poco a poco fue delimitando, con quien quería compartir y con quien no, y que aunque a veces consiguiera lo que quería, el coste de entregar algo propio, no siempre le aportaba toda la satisfacción que esperaba.
Cuando llegamos al justo equilibrio, al que llegan todos los niños, llego el hermanito... aquí los fantasmas del "endecompartir", volvieron, y de una forma totalmente frustrante, no por el hecho de compartir, que era algo que ya tenía superado, sino porque pasaba de ser un acto voluntario a ser algo obligatorio. 
Para empezar tenía que compartir su espacio vital, su dormitorio y su cuarto de juegos, ya no eran propiedad exclusiva, sus juguetes, aquellos que eran de bebé, pasaban a cambiar de propiedad sin permiso previo, el tenía juguetes de "niños mayores" pero eso no significaba que quisiera desprenderse, alegremente, de los otros. Su ropa, su peine, su bañera... todo pasaba a ser de propiedad pública, él estaba muy emocionado con la llegada de su hermanito, pero eso no significaba, que su vida se tuviera que convertir en un derroche de generosidad, y lo peor, no ero lo material, sino lo sentimental, porque hasta ahora se sentaba entre su papá y su mamá y de repente tenía que elegir, porque si en noches de pesadilla, necesitaba cobijo fraternal, tenía la licencia para dormir en el cuarto de sus papis, y ahora si el peque tenía el mismo problema, se planteaba un problema de espacio, que relegaba a cada uno a su cama, porque si tenía un juguete y su hermanito quería el mismo, tenía que ceder porque ahora el es "mayor" y lo entiende, y el peque todavía no. 
Esta claro que compartir, tiene que ser un hecho voluntario y altruista, y la generosidad es una cualidad que nace del corazón.
Pero que pasa cuando no nace, sino que la vida te lo impone, en nuestro caso, hemos hecho una regresión al pasado, y tenemos que volver a empezar nuestro ejercicio de paciencia y solidaridad con su situación, ofreciendo alternativas que compensen el ceder ante el berrinche infantil.
Este fin de semana, vivimos una situación de esas que te dejan sin opciones, donde al final no sabes si reir, dejarlo en manos de ellos o atajar por lo sano. 
El mayor tenía un perro de peluche, y el pequeño en cuanto lo vió se abalanzó cual gaviota de buscando a Nemo, chillando "mio""mio""mio""mio""mio""mio""mio""mio""mio""mio", el mayor me mira suplicante, porque el pequeño empieza a desesperarse y a llorar, intentamos explicarle al pequeño que lo ha cogido el grande y que él tiene que elegir otra cosa para jugar, pero no cede, seguimos "mio""mio""mio""mio""mio""mio""mio""mio", el mayor al final con toda la resignación que es capar de reunir, entrega el peluche al pequeño, en recompensa, voy a buscar otro perro de peluche y se lo doy al grande, el pequeño, que ha decidido que todo lo que está a su alcance es suyo, empieza otra vez "mio""mio""mio""mio""mio""mio""mio""mio", aquí el grande, ve su oportunidad y propone el intercambio, el pequeño acepta, pero en cuanto el mayor empieza a jugar, el pequeño vuelve a la carga, y así entramos en un bucle infinito, donde cada vez que el grande hacía el intercambio, el pequeño se moría de la envidia. Llegados a este punto, y después de mil explicaciones, sobre lo de compartir e intercambiar, lo único que conseguimos fue que el mayor claudicara y el pequeño se apropiara de los dos peluches para no hacer nada ¡¿?!, con lo que al final no sabes que hacer, si atender a la razón, al sentido común, a los manuales de padres o a los consejos de los demás... el caso es que el pequeño ganó la batalla, pero en cuanto se despistó el grande gano la guerra y se apropió del que quería. Lo tiene custodiado en su cama, donde el pequeño no lo ve y así no puede quitárselo. 
Así que mi conclusión es que no hay conclusión, que no sé como actuaré la próxima vez, seguiré intentando que ambos comprendan su rol, pero no sé si me posicionaré en favor de uno o de otro, porque eso es elegir, y no se puede elegir entre los hijos, y si me pongo en el corazón de cada uno, ambos tienen sus razones, que aunque yo no las comparta, puede que sean válidas. O dejaré que lo resuelvan, como al final hicieron esta vez, no lo sé. 
Mientras tanto y en momentos menos tensos, dejaremos caer algún "endecompartir", para que poco a poco, el egoísmo natural, que nace de la comprensión del propio espacio, dé paso a la generosidad que procuramos desarrollar en nuestros hijos, pero tendremos que ser conscientes, de que no son iguales, y que no tienen porque reaccionar igual, y que el aprendizaje de la vida, se basa en las propias reflexiones, sobre los hechos vividos, y que al final solo ellos podrán decidir con quien quieren "compartir" y lo que eso implica, a favor y en contra de uno mismo.
De paso os dejo el link del blog que me ha servido de inspiración, para esta entrada.