miércoles, 14 de septiembre de 2011

Periodo de adaptación


 Vuelta al cole... por segunda vez... no sé si recordaréis que el año pasado, como casi todas las mamis desafortunadamente hipotecadas, tuve que enviar a mi peque a la escoleta con 5 meses porque yo tenía que volver a trabajar, lo que pensé que iba a ser muy traumático, fue genial para él y un poco triste para mi. Mi bebé se hacía grande y ¡ni se inmutaba! y yo allí al borde del llanto porque ya no volvería nunca más a tener un bebé...
Este año ha sido la antítesis del anterior, mi peque ha sido un mar de lágrimas toda la semana, lo justo para hacerme sentir culpable, lo justo para hacerle pasar un mal ratillo a su profe y lo justo para demostrar el carácter que tiene, porque en cuanto salía de la clase y llegaba a la esquina, él ya estaba feliz, además como es medio gamberrete pone a todo el mundo patas arriba. 
De todas formas yo sigo en mis trece, este es uno de esos momentos que a mi me gustaría mantener en la memoria, son esos pequeños detalles que te recuerdan el paso inexorable del tiempo y sé que el día que elijan su camino lejos de mi, a mi me gustará rememorar. Además se ha juntado con otro gran día, el paso del mayor de infantil a primaria.
En este caso no ha habido lágrimas pero si muchos nervios, "el patio de los grandes" deja de ser un sitio acogedor para los momentos de ocio (en infantil tenían un parque y juguetes), para ser simplemente una gran explanada donde solo hay, niños más grandes... y más brutos, encima nosotros machacándolo, .- nunca empieces una pelea, si un niño más grande te pega o se mete contigo, se lo cuentas a la monitora, que eso no es chivarse, ahora ya no tenéis juguetes...- vamos que en vez de darle ánimos, lo agobiamos, tanto que el pobre el día anterior quería "despuntarse del cole para siempre" pero se haría arqueólogo y se iría al desierto a buscar tesoros, le matizamos que para ser arqueólogo tenía que estudiar, así que decidió que mejor se iba solo a una casa que se compraría con el dinero de su hucha, vamos el futuro resuelto sin necesidad de pasar por el suplicio del patio... En fin, su temido día llegó... y pasó, sin incidentes desagradables, con un montón de días para hacer gimnasia y piezas nuevas de psicomotricidad y ¡¡¡¡podían jugar en el "patio de los grandes"!!!! vamos todo un triunfo.
Conclusión, las madres ya sufrimos todo por ellos, quizás las cosas son más sencillas de lo que parecen, los bebés lloran porque a la buena vida se acostumbra uno muy pronto, y no es lo mismo: me despierto cuando quiero para no hacer otra cosa que jugar con mi papá... a que me despierten por la mañana para ir al cole donde tengo que compartirlo todo... y encima el que me deja ¡es él!, pero no pasa nada, en cuanto se vaya me daré cuenta de que tengo todo el día para jugar con otros niños, cuando nosotras estamos convencidas de que somos unas malas madres por provocar algún tipo de trauma infantil asociado a un sentimiento de abandono. Y que ese patio infernal, que a nosotras se nos antoja lleno de matones infantiles, no es más que un enooooorme espacio donde ¡por fin! poder jugar al fútbol en condiciones. Lo cual me indica, que esto también es aplicable a la vida en general, no todo es tan malo y si lo analizamos con un poco de frialdad hasta tiene un lado bueno. Y sino que se lo digan a mis hijos, que ahora van encantados al cole cada día.


domingo, 4 de septiembre de 2011

Bailamos?


Estamos en un momento en el que entramos en una vorágine de recuerdos, cada día nos proporciona una primera vez de algo. Mi peque tiene ya 17 meses y  el mundo se le queda pequeño, las horas no son suficientes para sus descubrimientos y cada minuto está lleno de sorpresas, vuela más que camina, y todo es susceptible de ser analizado, es muy observador, quizá demasiado, y sí, lo digo con un poco de retintín, en cuanto ve como se hace algo, inmediátamente intenta imitarlo, por su puesto ignorando el peligro que pueda implicar.
Entre sus nuevas experiencias están los nuevos sabores, ha descubierto las piruletas. A su hermano y a él les regalaron unas en un restaurante, obviamente su hermano se la comió y él como buen imitador, insistió e insistió, hasta que consiguió que claudicáramos, no soy dulcera y por tanto no muy amiga de las chuches, pero soy plenamente consciente de que no podía mantenerlo alejado del mundo de las golosinas eternamente, y menos teniendo un modelo a seguir, la experiencia fue muy satisfactoria, y nada traumática, ya que la piruleta en cuestión se había roto y como solo tenía un trocito pequeño, fue corto pero intenso. Días más tarde, en un banco, la señorita de la entidad repitió la operación, una piruleta para cada uno, ésta estaba entera... la experiencia, no fue tan satisfactoria, como el caramelo era más grande, y él no tiene todavía dominio del mecanismo, terminó, literalmente, rebozado en azúcar, manos, piernas, camiseta, zapatos... no sé que recuerdo le quedará de esto, demostró que no le había gustado demasiado, así que de momento no ha vuelto a repetir.
Ayer le toco el turno al chocolate, de nuevo por imitación, (¿porqué no hará lo mismo con las verduras?), vió a su hermano comiendo un croissant, el resultado también fue chocolate en todas partes, pero esta vez no le hizo los ascos que al caramelo,  por si acaso, lo mantendremos alejado de las tentaciones.
Otra de sus experiencias es la del dominio del baile, hasta ahora se movía con la música, pero ya es capaz de identificar partes de una canción y si la canción dice que hay que levantar las manos, él hace lo solicitado, encuentra un placer especial en el ritmo, de cualquier tipo, le encanta, no se lo reprocho, es genético, directamente de mi. Estoy de vacaciones, por lo que ahora pasamos más horas juntos, yo prefiero la compañía de la música en vez de la tele y mis hijos han heredado la misma afición, así que hacemos muchas cosas bailando. Como su papi estaba de viaje de trabajo, estaba especialmente "enmadrado", siguiéndome a todas partes y demandando brazos a la mínima, una de las mil veces, sucumbí, lo cogí y él empezó a moverse, entonces empezamos a bailar, se reía muchísimo y disfrutó tanto como yo del momento. Hoy ha vuelto a pedirme brazos cuando sonaba la música, pero esta vez el ritmo era más lento, se ha abrazado a mí y yo a él y hemos empezado a bailar, me ha regalado uno de lo momentos más tiernos que hemos vivido, nos hemos quedado toda la canción abrazados al compás. Os lo recomiendo, un momento así te hace olvidarlo todo y si tienes un mal día, después parece un poquito mejor.