Hoy ha sido un día de esos llenos de grandes momentos, el del plátano ha sido muy divertido, pero esta noche hemos tenido uno mejor, más emotivo si cabe, de esos que en el catálogo de los recuerdos se merecen uno de los primeros puestos.
Mi peque tiene algo más de cuatro meses, y hemos llegado al punto en el que una vez descubiertos las manos y los pies, hay que explorar el mundo que nos rodea, cosas cercanas, pequeños juguetes y todo aquello que quede al alcance de la mano.
Tengo que aclarar que llevo gafas y como a todos los niños al mio le fascinan.
Estaba él tumbado en el sofá y yo muy cerquita de su cara, en un momento de esos de conversación de bebés y mamás, de ajoos y ayss, mi hijo, sin yo esperarlo, ha alzado sus manos y se ha quedado así, con mi cara entre ellas, mirándome y sonriendo, no he llorado por no romper la magia del momento, aunque mi hijo se ha encargado de cargárselo cogiéndome las gafas, pero mientras ha durado ha sido fantástico. Aunque fuera con intención de descubrir lo que le rodea, para mi fue su primera caricia, aquella que querré recordar algún día.