Tenían que llegar, demasiado estábamos tardando, pero tenían que llegar, llegan a todas las casas y la mía no iba a ser menos, como no! demasiado bien se portan mis hijos, que duermen la noche de un tirón y a la primera que me enfado hay orden, pero como en todas las casas de reyes destronados, los celos han llegado (mira un pareado).
El mayor desde siempre ha estado muy enmadrado, demasiado para mi gusto, pero no puedo quejarme por que yo soy la primera que está todo el día besando y abrazando, así que no tengo nada que no me haya ganado a pulso.
El caso es que cuando me quede embarazada del segundo, el mayor ya dejó muy claro que él era de mamá, llegara quien llegara y de hecho como el pequeño no da guerra, de momento ha sido así. Ahora el peque ya hace monerías y aunque el mayor juega con él, sospecho que empieza a ser consciente del espacio maternal que le roba y no solo eso, sino que ahora posponemos un ratito la merienda para que el bebé tome biberón, damos el baño un poco más tarde para bañar al bebé, no podemos hacer tanto ruido por que el bebé duerme, así que creo que empieza a pensar que el bebé estorba más que acompaña.
Hoy encima el día no ha estado bien, nublado con lluvia y desapacible, vamos que cualquiera diría que estamos en agosto y nuestro maravilloso plan de comer en la piscina y pasar el día allí, se ha truncado en favor de "no podemos hacer nada en la calle por que llueve, ni en casa por que el bebé duerme", ¡toma niño enjaulado! y yo que no he estado muy diestra esta vez, después de un día repleto de frustraciones, le he puesto para cenar filete con ensalada, prometo que no ha sido a propósito, el filete fenomenal pero... ODIA la ensalada, las veces que se la come es a regañadientes y con muchas súplicas o amenazas, dependiendo del día. Hoy tocaba amenazas, te irás a la cama sin cenar, te irás a la cama sin cenar, te irás a a la cama sin cenar... y después de setecientas amenazas, se ha ido a la cama sin cenar, con la promesa de que mañana habrá de nuevo ensalada. El momento ha sido muy tenso y cuando se ha acostado entre sollozos de "tú sabes que no me gusta la ensalada" y yo "hay que comérsela y punto", me he quedado pensando que a lo mejor no ha sido la lechuga, sino esos celos que yo creía que a mi casa no llegarían y que al final, como es ley de vida, han llegado sin avisar, después de un mal día y en el momento de la cena, así que mañana sopesaremos primero como se presenta y luego decidiremos si la ensalada es el mejor camino, hoy elegí fuerza, mañana pediré paciencia.
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