Hoy he venido a despedirme, se que no es el mejor principio para una entrada de blog, pero es así. Los últimos 6 meses han sido los peores para mi, laboralmente hablando, y lo que tenía que ser época de recortes ha terminado en quiebra.
No os voy a decir que me alegre, fue mi casa durante once años, y allí crecí como persona y como trabajadora, esa empresa vio nacer a mis hijos y me vio luchar y progresar, así que en ningún caso puedo sentirme bien con el desenlace, pero ha sido liberador.
Como ya sabéis vivía esclava de esa vida, de miles de promesas que no se cumplían y de un sentido excesivo de la responsabilidad. Estaba atrapada dentro de mi misma y eso me consumía, tanto que cambié, cambié con mis hijos, con mi marido, mi familia, mis amigos... cambié físicamente.
Me estaba ahogando, no podía más con esa situación, así que el día que terminé pensé que estaría tres días llorando y sin embargo fue como si me quitaran un peso de encima, de repente mi vida volvía a mi, y el destino, la casualidad, vete a saber que, me daban una segunda oportunidad. Estaba atada a mi estabilidad laboral, encadenada a un sueldo, que no me permitía plantearme abandonarlo todo y empezar de nuevo. Y de repente, aunque de una forma muy amarga, la vida decide que puedo volver a empezar.
Hoy después de casi tres años compartiendo recuerdos, he venido a despedirme, pero no a despedirme de vosotros, si no de este blog. No lo cierro porque son mis recuerdos y me gusta que estén aquí, pero si que dejaré de escribir, por lo menos regularmente.
Pero ya os he dicho que no os abandono, estoy en proceso de transformación, de aprovechamiento de esta segunda oportunidad.
Para eso he iniciado un nuevo proyecto, no os lo voy a desvelar aquí porque no tendría gracia. Os invito a redescubrirme, a conocer a mi nuevo yo:
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