Ya estoy aquí de nuevo, la vuelta al cole de septiembre es inevitable, es tan tradicional como los turrones en Navidad y eso que sólo he estado unos días fuera, pero no mentiré, la verdad es que han sido como si hubiese estado el doble.
Como ya sospechábamos, ha habido de todo, anécdotas, primeras veces, momentos de dame paciencia... vamos todo lo que deben tener unas buenas vacaciones.
En el apartado de primeras veces hemos tenido, la primera vez que el pequeño viajó en avión, que si he de ser sincera, pensé que sería peor, pero salvo un par de protestas sin llegar a llanto, todo fue bien. También tuvimos un mini susto el segundo día y tuvimos que salir corriendo en busca de la farmacia de guardia a las tres de la madrugada, por una primera fiebre (nada un costipadillo), tuvimos nuestro primer parque de las ciencias (bueno nosotros no, los niños) donde el mayor disfrutó muchísimo y nuestra primera visita a un parque de atracciones, el mayor nunca había estado y obviamente no quería irse, así que nos quedamos hasta que nos echaron.
Y para continuar con nuestras primeras veces, a la vuelta hemos empezado el cole, bueno el mayor ya tiene experiencia en esto y no empieza hasta la semana que viene, pero para el peque es la primera vez, la guardería a la que va es la misma a la que iba el mayor y la verdad es que estoy encantada con las educadoras, son muy cariñosas y mi hijo guarda muy buenos recuerdos de su paso por allí, así que hoy hemos ido a la adaptación.
El primer día de cole suele ser traumático, creo que a veces más para los padres que para los niños, el mío es uno de esos casos, ya me pasó con el mayor y ahora repito con el pequeño, son esos pequeños detalles que te hacen darte cuenta de que ya no dependen de ti veinticuatro horas, ya no eres el centro de sus vidas y muy a mi pesar, su universo se amplia en su propio beneficio.
Por estas fechas todos los telediarios llenan sus minutos de emisión con imágenes de peques llorando aferrados a sus madres, pobres, se sienten abandonados después de un verano lleno de momentos felices al lado de ellas, yo me pongo en su lugar y los entiendo perfectamente, es algo necesario, pero injusto desde todo punto de vista.
En nuestro caso en la guarde hacen un periodo de adaptación que dura una semana, los vamos dejando a ratitos y así la sensación de abandono es menor, pero como yo soy emotiva de natural, la que se siente abandonada soy yo, así que si la tele viniera ¡menudo papelón! a la que verían con gesto lacrimógeno sería a mi, sobre todo por que cuando he ido a buscarlo, se ve que se lo estaba pasando tan bien, que no quería irse y me ha hecho un puchero, en señal de protesta por arrancarlo de su diversión, vamos yo depresiva total y él mas contento que unas pascuas, el mundo al revés.
Espero que vosotros también hayáis tenido una anecdótica vuelta al cole y si queréis compartirla, aquí estoy.
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