Llevo varios días sin escribir, estoy todavía adaptándome a mi nueva vida. No es que haya pasado nada excepcional, sino que he vuelto al trabajo y eso supone reorganización de horarios y rutinas, tanto para mis niños, como para mi. Y es una pena el no haber escrito antes por que han pasado muchos momentos de esos que a mi me gusta recordar.
El primero fue hace dos o tres semanas, el pequeño que es muy risueño, nos deleitaba a su padre y a mi con un concierto de carcajadas, era un momento de lo más animado, cuando de repente algo llamó nuestra atención en él, vimos como un reflejo blanco, pero no donde debía estar, sino un poco más a la derecha y eso que en los días previos no habíamos notado nada, ni alteración del carácter, ni malestar, ni nada que nos hiciese sospechar lo que estaba sucediendo, hicimos que se riera un poco más y pudimos verificar que lo que habíamos visto era cierto, ¡le estaba saliendo un diente! pero no de los centrales, como a todos los niños, sino que parece un colmillo o incluso una muela, no está claro todavía. Después de la sorpresa inicial, llegamos a la conclusión de que no podía ser de otra manera, mi hijo es diferente hasta para comerse el mundo, porque con ese principio de diente hemos conseguido el siguiente de los recuerdos, hemos pasado de comer cucharadas pequeñitas y escasas, a comer a dos carrillos todo lo que se le pone por delante, ¡así está! que lo llevamos al pediatra y nos dijo que tenía talla de un año y eso que hace hoy 7 meses, vamos un torete...
Y para terminar de completar la retahíla de recuerdos con los que nos está deleitando, ha conseguido elevar mi ego hasta límites insospechados, su primera palabra ha sido "mamá", pero no mamamamamama como empezó el grande cuando decidió unirse al mundo de los bisílabos, sino un "mamá" muy claro, que acompañado de unos grados de fiebre y muchos moquitos, han adquirido un sentido total dentro de su cabecita, ya que entre toses y malestares me miraba con cara de pena y repetía una y otra vez, mamá, mamá, mamá... tengo que decir que no me gusta ver a mis hijos enfermos, ni encuentro ningún tipo de placer en una situación de demostración de dependencia por su parte, pero el hecho de que su primera palabra haya sido esa, para mi ha sido muy significativo, sobre todo teniendo en cuenta que el mayor, incluso teniendo un complejo de edipo muy desarrollado, su primera palabra fue "panta" en un intento de decir planta y "cuca" que era el nombre de nuestra perra de ese momento. Y para ampliar su recién estrenado vocabulario se pasa el día gritando uhhhhhhh, ohhhhhhhhhhh y, para regocijo de su padre, "papa" y no he cometido ninguna falta de ortografía, es que realmente pronuncia "papa" en vez de papá, cosa que al protagonista le hace muchísima gracia, creo que casi tanta como la dicha que me inunda a mi cuando dice "mamá", porque estos si que son de esos momentos que te arrancan una sonrisa en los días malos.
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